La lactancia invisible y la muerte del bebé.

La lactancia invisible. Olivia. 

Hay otras lactancias y no se suele hablar de ellas. Mucha gente no se imagina lo que acompaña a la pérdida de un hijo recién nacido o que estaba a punto de nacer. Mucha gente ni se imagina esta otra parte, la de la lactancia invisible, silenciada y creo que era necesario hablar de ello también. Aunque duela y rompa por dentro, aunque no sea fácil la lectura y aún menos su escritura.

Qué dolorosísimo el puerperio sin bebé.
Qué de lágrimas derramadas, que atrocidad cuando la naturaleza se empeña en continuar con algo que ya no tiene sentido, qué de rabia se acumula con cada gota de leche desperdiciada, qué tristeza más honda…

En este post daré visibilidad y voz a esta lactancia en duelo, la que no se llega a producir pero existe.

Y veremos diferentes formas de afrontarla, porque en torno a lo que no se habla impera la ignorancia. No sólo existe la opción de inhinibirla con medicación, se puede dejar extinguir  de manera natural y se puede donar la leche a un banco de leche para el bien de otros niños que la precisan.

Cuando nació mi niña, al ser una cesárea de urgencia y permanecer separada de ella (pues fue inmediatamente trasladada a la UCIN), la leche no «subió». Ni el día 31, ni el 1. No pude hacer nunca piel con piel, ni abrazarla contra mi pecho en esos días que parecen largos como una vida. La mañana del día 2, la ginecóloga que me visitaba me preguntó qué quería hacer con el tema de la leche, pues en algun momento inminente era previsible que subiese. Yo le dije que quería amamantar a Olivia, que precisamente, si estaba muy enferma, más que nunca necesitaría mi leche cuando pudiese empezar a alimentarse.  Me miró larga y profundamente. Me dijo, «Pero puede que tarde mucho en poder mamar. Puede tener alimentación artificial, sería muy complicado  darle pecho y ya bastante estresante es tener a un bebé ingresado en UCIN, hay leche de fórmula muy buena, piénsalo, no tienes por qué pasar por eso». Le dije que sí quería amamantar, que lo tenía claro. Pregunté  si tenían saca leches y posibilidad de guardarla congelada hasta que Oli pudiese tomarla. Nueva pausa y mirada. «Creo que no. Es mejor que te compres tú uno». Esa misma tarde pedí a mis padres y suegros que nos comprasen el medela eléctrico que aún tengo.
LLegó la tarde del día 2 y hubo que despedirse, dejarla volar, libre, eterna.
Madre e hija nos fundimos en ese abrazo indescriptible. Murió físicamente.
Y esa misma noche me empecé a encontrar mal, mucho frío, un frío espantoso, terrible, un gran malestar. Y la leche empezó a brotar, mansa como lágrimas que fluyen resignadas a caer, a perderse sin cumplir su finalidad.
Me vendaron el pecho y me dieron una pastilla, no sin antes preguntar al autómata que era en esos momentos, eso sí, pero tampoco me informaron de que podía irla retirando de manera paulatina y natural, sin medicación, como han hecho otras mamás, a las que esto les ayudó en su proceso de duelo:

Historia de María, mamá de Mai (pinchad),

Historia de Carol, mamá de Mei:

«Pedí que no me diesen la pastilla, la leche brotó enseguida y formó parte de mi duelo. Extrañamente me hizo bien, me acompañó. Esa leche me decía que mi hija era real; mis pechos lloraban conmigo. La inhibí a base de sacaleches, sacando cuando dolía. Y me la bebí, yo y su papá, era algo de ella y mío que no quise verter en vano. Llore y bebí lo que era de ambas…y poco a poco fue dejando de hincharse mi pecho, poco a poco la leche, como mi hija, simplemente se fue…»

Ahora sé que hay además mamás  que han donado esa leche a los bancos de leche para que al menos otros bebés se alimenten con ella. Me parece absolutamente increíble tener esa generosidad,esa lucidez .

Incluyo aquí la historia de Laura, mamá de Darío:

Me parece necesario este testimonio pues aporta información valiosísima sobre algo que muchas desconocemos:
«Me ha llegado un diploma precioso y una carta de agradecimiento por la donación de leche que estuve haciendo después de morir Dario al Banco de Leche del 12 de Octubre (Madrid).
Estoy muy orgullosa de haberlo hecho. Además me consta que se utilizó para bebés con la misma enfermedad que Dario y prematuros, como recordaréis conocí algunos de esos bebes.
Para quien no lo sepa la leche se pasteuriza y pasa un proceso similar al que se usa con la leche de vaca, por lo que es imposible que la leche donada cause ningún daño a ningún bebé, sé que hubo personas a las que sus perjucios les llenaban de miedo cuando se hablaba de donar mi leche, por miedo a posibles contagios imagino.
Me gustaría que todas os quedarais con este dato y pudieráis dar esta información a cualquier persona que pierda un hijo y quiera donar como fue mi caso.
Fue algo muy positivo, encontré mucho apoyo necesario en las personas que llevan el banco de leche, pero llegar allí fue muy complicado y después de que muchas personas me intentarán persuadir para que no donara mi leche ( en algunos casos incluso con argumentos que eran mentira).
Es algo bueno, y necesario, espero que si alguna vez tenemos alguien cerca en esa situación se le pueda ayudar a donar su leche si quiere hacerlo, me gustaría tener las palabras adecuadas para explicaros como de importante para mi fue poder donar la leche que salía como una fuente cada vez que pensaba en Dario, aunque supongo, que como en todo hay que vivir las cosas para entenderlas.
A día de hoy, a veces , cuando lloro mucho rato aun tengo leche.
Sé que muchas personas preguntaron, dieron viajes al doce de octubre, pasaron horas hablando del tema…
Espero que el mensaje que intento transmitir llegue a todas las personas de este grupo y no haya que tener tabues, ni perjuicios, ni miedos infundados cuando se trate de hacer algo bueno y necesario, a pesar de que sea en un momento horrible, difícil , o como queráis llamarlo.
Y que ese respeto a los niños del que tanto hablamos en este grupo se traslade también a los adultos, respetar incluye apoyar decisiones aunque no sea lo que nosotros haríamos en el lugar de la otra persona, porque en el lugar de la otra persona , por desgracia en este caso , solo está la otra persona».

Yo ni siquiera conocía esa posibilidad de donar, de hecho sigo sin saber si tenían banco de leche en aquel hospital, pero no voy a engañar a nadie: No creo que de haberlo sabido hubiera podido encontrar la fuerza para extraerme la leche y donarla.
Cuando vi la leche manar, mi alma se rompió en mil pedazos, fue un shock tremendo, para mi marido también. Era para volverse locos ¿Y mi mi bebé?,  ¿Mi bebé?, ¿¿¿MI BEBÉ???… No se puede explicar con palabras, cualquier intento es vano. Sólo las que han pasado por ello lo conocen.
La leche tardó en retirarse. Y a la semana, tuve la mala suerte de que cuando fui capaz de encender la tele por primera vez, para ver «Corazón, corazón» (a ver si algo de encefalograma plano me distraía), resulta que dieron la noticia del nacimiento de OLIVIA, la hija de Amaia Salamanca. Recuerdo la frase:  «Tanto la madre como la hija se encuentran perfectamente». ¿Por qué nosotras no?, ¿Por qué yo no pude salir con mi bebé en brazos del hospital, sonriente y feliz? Para más INRI, el programa estuvo dedicado a todos los famosos que tenían hijos, de modo que todo el el tiempo estuve sometida a un bombardeo de imágenes de bebés. Mi madre, que junto con mi padre se había quedado con nosotros para cuidarme, me dijo sabiamente » ¿Seguro que vas a ver esto?». Lo vi y me volvió la leche.
Me dieron otra pastilla.
Al tiempo, pensé en Olivia con todo mi amor, con todo detalle, sintiendo su abrazo, recordándola con precisión, con los ojos del corazón y por tercera vez, regresó la leche.
Mi cuerpo se negaba a aceptar esa fría realidad: No hay bebé.

Insisto: Qué dolorosísimo el puerperio sin bebé.
Qué de lágrimas derramadas, que atrocidad cuando la naturaleza se empeña en continuar con algo que ya no tiene sentido, qué de rabia se acumula, qué tristeza más honda. El recuerdo de su boquita, de su pequeña lengua, que sólo conoció el contacto del tubo de plástico del respirador, esa lengüecita que debía estar disfrutando de mi leche, qué horror, dios mío. Se me parte el corazón, ahora mismo, me quiebro de nuevo al revivirlo.
Cada vez que me duchaba y el agua calentita ayudaba a que la leche brotase, llorábamos de impotencia. No hay palabras…
No sé si fue la tercera pastilla o sencillamente el tiempo o el ciclo natural (algunas de las lectoras son doulas o mamás muy leídas y tienen formación en lactancia, sabrán de este tema, ilustradnos, si queréis), el caso es que la leche se retiró finalmente.
Un cuerpo de madre, tripa cosida, pecho rezumante, entrañas sangrantes, hormonas preparadas… y no hay bebé.

El cielo está lleno de galaxias y de estrellas. Me gusta pensar que la leche que se retira de nuestros pechos cuando nuestros hijos mueren se eleva hasta el firmamento y llega hasta La Vía Láctea, donde habitan Olivia y otros bebés estrella. Allí, preciosos y amados, pueden mamar, eternamente felices, sostenidos por el amor maternal del universo.

10 comentarios

  1. Que doloroso, entiendo que te haya costado escribirla, se mueven muchos recuerdos…
    Yo escribí algo en su momento, que quiero retomar y plasmar en una entrada, pero no he podido todavía.
    Te agradezco que toques este tema, como dices, ha sido sanador para ti escribir sobre ello, y también lo es leerlo.
    Un abrazo preciosa

    1. Hola Jess, gracias por compartir y comprender. Cuando llegue su momento y puedas expresar en una entrada tu experiencia con la lactancia de Aritz, me encantará leerla. Es un tema tan tabú, lo sentí así, que debía hablar de ello, aunque duela. Un abrazo de vuelta!

  2. Cuanto dolor… lactancia sin bebe? Si lo hubiera escuchado hace 17 meses hubiera pensado que es mentira que esto no pasa. Ni si quiera sabia que los bebes se podian morir. A mi me dieron una pastilla sin preguntar 'toma esta pastilla para cortar la leche', en ese momento si me dicen tirate por la ventana… lo hubiera hecho. Cuando sali de ese estado me senti frustrada, era la leche de mi bebe… fue como una mutilacion, otra perdida al fin y al cabo.Tenia que haber donado la leche… pero bueno tampoco hubiera servido de nada porque en Oviedo no hay banco de leche. Espero que como dices la leche haya llegado hasta mi eterna princesa. Gracias

    1. Muchas gracias por compartir tu historia y una vez más poner de manifiesto que a veces a las madres mos tratan como a menores de edad decidiendo por nosotras. Tú querías esa leche, que efectivamente era de tu princesa y no pudiste decidir sobre ella ni integrarla en tu duelo o donarla. Siento mucho que tu hija no pueda estar contigo físicamente, cualquier pensamiento mágico, positivo, constructivo que consuele lo más mínimo, que sea bienvenido. Un besote

  3. Siento la muerte de Darío. Hiciste lo mejor, ayudar a otros bebés, te felicito por la fortaleza de luchar contra los que no te entendieron, por seguir a tu instinto y donar ese regalo de la naturaleza. A mi me hubiese encantado hacerlo pero no tenía banco de leche cerca, ni medios, ni apoyo… Imagino lo sanador que debió ser darle una utilidad a la leche de tu hijo. Enhorabuena, puedes estar orgullosa, y tu hijo seguro que lo está también. Un sincero abrazo mamá valiente!

  4. Subscribo las palabras de Jess hasta tal punto que me pareció necesario honrar este gesto sacándolo de los comentarios y situándolo en la entrada, junto con otras bellas experiencias de otras mamás.
    Besos y gracias a todas.

  5. Impresiona tanto leerte…
    Hay sucesos en la vida que por mucho que uno intente comprender, resulta imposible.

    Yo no sé si hubiera tenido la fortaleza de donar la leche en una situación así. Aunque también es cierto que desconocía mi capacidad de luchar y de tratar seguir viendo y valorando lo mucho que tengo, después de dos pérdidas en el plazo de pocos meses.

    1. Cuánto siento lo que estás pasando, siento mucho que tus bebés, que empezaban su vida, no pudieran quedarse, todo tiene importancia y esas experiencias te van descubriendo lo fuerte que puedes llegar, la capacidad de superación que tienes. Es verdad que uno aprende a valorar tanto lo que tiene. Muchísima suerte y besitos pequeñitos al cielo

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