8 velitas, 9 plumitas

Dulce Olivia, te siento como una brisa en mi alma.

A pesar de la anestesia de la rutina y el estrés de la gran ciudad, no he dejado de percibir tu viento en mis alas, recórdandome que yo sabía volar.

Me has ido jalonando este camino, esta travesía en el desierto que han sido estos tres últimos años, de tus diamantinos destellos y has hecho llegar a mí personas con mensajes, de corazón noble y a veces herido, que me han traído luz y compañía sanadora.

Hija mía, tu lápida dice “A la más amada, dulce, bella y valiente. Nuestra estrella beriza” Que nunca me falte tu estrella, pequeño ángel.

Cuando cumpliste 8, el número favorito de mamá y de tu hermana Violeta, te felicité en mi diario privado y en la intimidad de nuestro hogar, pero no tuviste tu entrada en este blog que es mi homenaje a ti. No encontré la parte de mí que sabe transformar el dolor en belleza.

Este año se han añadido más plumas a tus alitas. Nueve. 9. Tengo que escribirlo varias veces para creerlo. Tantos años han pasado desde que naciste y volaste, desde que te hiciste eterna.

En torno a tu mágica fecha,  señales.

Caminos nuevos, con los que no contaba, se abrieron de pronto. Supe que eras tú tratando de cuidar a mamá. Así te lo agradecí en mi diario “Gracias, Olivia, por estar siempre escuchando y darme las oportunidades que mi corazón anhela y mi mente no se atreve a expresar”.

Me mandas amor. Me rodeas de amor en la tierra para que yo sepa que le importo a alguien allá arriba. En la oscuridad, me traes quien me recuerda quien he sido y quien soy.  Nunca me dejas. Siempre atenta. ¡Qué hermoso es esto! No estar solos.

Felices ocho, Felices 9.

Mi niña sabia, mi dulce niña, quiero tocar tu carita y acariciar tus rizos, mirarte a los ojos brillantes como luceros… Qué honor tan grande ser tu mamá.

Nuestra historia de amor estaba escrita y no tiene final.

Siempre juntas.

Felicidades, mi amor

 

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