El duelo con los cinco sentidos y uno más

Para Leo y su mamá

 

El duelo con los cinco sentidos y uno más

Vista

Me duelen los ojos. Si son las ventanas del alma, entiendo que están desvencijadas, llenas de cristales rotos como cuchillos, que hieren mortalmente al que se asoma por ellos a este abismo de dolor.

Me duelen los ojos, por dentro y por fuera. Me escuecen, me pican, de tanta sal acumulada, de este mar de lágrimas que golpea mi cara en olas a veces furiosas y a veces mansas. Me duele detrás de los ojos, cualquier movimiento ocular dispara una agonía en la mente.

Me duelen los ojos de no verte, de saber que nunca voy a volver a verte. Tengo miedo de cerrarlos y que el olvido me robe tu imagen. Niña mía, sólo eso tengo de ti. Algo tan intangible como tu esencia.

Veo niñas que de pronto me miran con tus ojos, dos niñas me miraron con sus ojos negros y me estremecí  al sentir que eras tú quien me miraba.

Olfato

En esta madrugada infinita, en estas horas silentes  el sofá, aturdida por el dolor y con un cerebro que trabaja el duelo incansable, tengo de pronto un momento de paz. Una visita extraña, un imposible.

Estoy oliendo el perfume infantil que compré para ti. Pude rociarlo sobre la ropita que escogí para que las enfermeras te vistieran. La única ropita con la que te vimos y te veremos vestida. La que compramos y preparamos con tanto amor. Ese perfume no está en casa, ni yo lo llevo. Pero ahora mismo lo estoy oliendo perfectamente, vívidamente y es completamente real. Eres tú que estás muy cerca, justo aquí conmigo ¿verdad?

 

Tacto

Voy en la parte de atrás del coche y pongo distraídamente la mano sobre una bolsa de viaje. De pronto, se me parte el alma. Al tocar la bolsa, al sentir su tacto frio, me veo transportada al día que volvimos solos, con toda la soledad que unos padres pueden volver de un hospital. Rotos, vacíos. Muertos andantes. La bolsa que preparé para el hospital, una bolsa preciosa, comprada para la ocasión, con todo lo necesario para ti, me acompañaba entonces. La toco ahora y mi mano me conecta con ese dolor, con esos recuerdos. La agarro fuerte, fuerte y lloro desconsoladamente.

No te puedo tocar. Y eso hace mis manos inútiles.

Necesito asirme a algo. Cuando la pena se enquista y no se suelta esta madeja enredada de lágrimas, voy a tu cajita y saco tu manta y tu toalla. Paso mis dedos sobre el relieve bordado de tu nombre y las abrazo, las abrazo y pierdo la cordura. Me dejo arrastrar al dolor, a lo más hondo y peligroso de él, porque sé que sólo cayendo al fondo podré tomar impulso para volver a la superficie. De lo contrario viviré ahogándome cada día.

No puedo volver a tocar tu piel de seda, tu piel de niña sana y jugosa, tu preciosa piel de recién nacido que al tercer día, noté de pronto seca bajo mi tacto. Me produjo una impresión profunda y paralizante. La vida se retiraba.

En mis manos y en mis brazos, en mi pecho y en uno de mis hombros, aquel donde apoyé tu cabecita,  se ha quedado para siempre la huella de tu cuerpo, al fundirnos en nuestro primer y último abrazo.

Gusto

Nada tiene sabor. Yo que nunca perdí el apetito, no siento nada. No quiero nada. Sé que me desmayo. Que me he caído redonda dos veces en el hospital. Sé que tengo que comer. Y algo voy haciendo entrar en este cuerpo cosido, lleno de dolor, vacío ya de vida, con pechos que derraman leche como lágrimas.

No hay gusto ninguno. La comida entra mecánica en la boca y no hay nada. No produce nada. La comida es vida y yo ahora estoy más cerca de la muerte.

Oído

Dulce Olivia, cuando tú y yo éramos una y yo preparaba tu ropa en la habitacioncita que sería tuya, escuchábamos a veces  la melodía de un piano a través de la pared. Alguien practicaba una lección de piano. Era una música melancólica y bella, trabada de vez en cuando por algún error y por las repeticiones para mejorar la ejecución.

No era alguien que practicase a menudo. Y sólo recuerdo dos piezas distintas. No conozco su autor y ya no sabría tarareárselas a un entendido, pero, una de ellas, la más repetida, sí podría reconocerla.

Los primeros días tras tu muerte, echados en la cama, recostados en el cabecero sobre la pared del piso vecino, nos sentíamos invadidos por esa tristeza y ese estar vacío de entrañas que sólo conoce el que ha perdido un hijo.  Hablábamos a veces durante horas y otras tantas callábamos y llorábamos en esa nada aplastante.

En una de esas conversaciones horizontales en las que expresaba a tu padre mi dolor y mi culpa, mi desconsuelo aterrador, comenzó a sonar el piano. Suave y claro, con notas de verdad absoluta.

Twinkle, twinkle, Little star.

Estrellita, ¿dónde estás?

Tantas veces te había cantado esa canción acariciándote, tantas veces habías respondido desde dentro de mí moviéndote como una pequeña sirena …  Y llegó la última vez, cogida en mis brazos , te la pude cantar luchando contra el llanto, la canté para ti en esa UCIN en la que un biombo nos separaba de los que se quedan luchando por la vida y los que tienen que abandonarla para transcender a algo mayor.

Ahora el piano suena y me devuelve tu nana. Me llega su intento de calmarme, de reconfortarme. Me llega una diáfana e incontestable conexión contigo.

Nunca antes el aprendiz de pianista había tocado esa canción. Y nunca después la volvió a tocar. Sólo hubo ese instante, como un sueño.

El sexto sentido

Hay personas  que han perdido seres queridos muy cercanos y me dicen que, en sueños, estos seres les han hablado y sus palabras han logrado de algún modo reconfortarles.

Tú no hablabas, bebé. No podrías comunicarte conmigo con palabras. Pero sé que el amor es lo único que traspasa esa última frontera que es la muerte. Allá no nos llevamos nada y de allá nada vuelve, excepto el amor.

Ese amor cruza la frontera en las dos direcciones. Yo te envío mi amor y a mí me llega el tuyo.

A veces son pequeñas señales, mensajes. Puede que los podamos recibir con nuestros cinco sentidos humanos o puede que nos tengamos que abrir a una dimensión nuestra largamente olvidada, la espiritual. Así quizá se establezca un canal de comunicación, el de lo sutil y bello, con nuestro hijo. Un canal que no necesita de médiums ni otros intérpretes. Nadie externo es necesario para conectar los hilos mágicos que nos llevan a los seres amados que han transcendido.

Permitir crecer nuestro sexto sentido, nuestra percepción, intuición, nuestro vínculo sagrado con el universo en el que nada muere y solo cambia de forma, es un hermoso regalo que ayuda a atravesar el duelo.

Y si quieres compañía en este árido camino, no dudes en contactarme.

14 comentarios

  1. Que palabras tan tan bonitas, llenas de amor, se me clavan en el corazón y me hacen volver a recordar detalles tan grandes que aparto para poder enfrentarme al día a día..q fuertes somos, gracias Alicia por expresar algo tan grande con tanta delicadeza y bondad y sobretodo por ayudarme.

    1. Muchas gracias a ti, Ana María. Nos hacemos fuertes juntas, como sabemos compartir camino las madres que perdemos un hijo. Sosteniéndonos para avanzar. Un abrazo enorme. César brilla en tu corazón.

  2. Un hilo invisible conecta a aquellos que están destinados a encontrarse, sin importar el lugar, el momento o las circunstancias. Y te he encontrado Alicia! cada vez creo más en las conexiones y las energías. GRACIAS

  3. Intensidad…piel, sensación…. He recorrido esos momentos contigo. No puedo imaginar ni ponerme en tu lugar, pero si puedo abrazarte y darte mi mano amiga. Gracias por abrir tu corazón.

    1. César, desde tu sensibilidad especial y la confianza e historia que nos une, sé que has recorrido esos momentos conmigo. Siento tu abrazo y te mando otro muy cálido. Gracias a ti, como siempre.

  4. Hola a pasado apenas un año desde que mi pequeña Lía llegó para irse ese terrible y horroroso momento en que los doctores me dijeron «no hay latido» llegar al hospital con la ilusión del nacimiento de mi niña un embarazo sin complicación alguna, por qué?????

    1. Hola María, Lía, que nombre tan hermoso para tu estrella… Siento en el alma que no la tengas contigo, físicamente, en tus brazos. Contigo está sin embargo pues siempre la llevarás en el corazón. Dónde estarán las respuestas a los por qués que gritamos las madres en duelos , rasgando la madrugada, por qué… No hay respuesta, amiga mía. Lo que sí es que no hay nada que tú hubieras podido hacer para evitarlo. Un día, con el paso del tiempo, yo empecé a convertir mi por qué en para qué y así nació este proyecto. Busca tal vez qué puede dejar Lía en tu vida y que su muerte tenga un para qué y un legado. Mil abrazos

  5. Con todo me identifico…como.no.olerlo, sentirlo, escucharlo, mirarlo atravez de sus hermanos…mi niño..mi pedasito q Dios me presto solo cuatro añitos..y desde ese dia q murio en mis brazos mi vida cambio para siempre y me quede con las manos vacias..y me las miraba ese dia y pensaba..que haré con ellas despues de cuidarlo tanto…

    1. Oh Paty, cuatro años… No alcanzo a imaginar tu dolor… Y qué de amor en tus palabras y en tus manos, nos faltan nuestras estrellas, amiga, y sólo podemos encontrar a nuestros hijos en otros actos de amor y aprender a tejer con ellos una relación madre hijo etérea, espiritual, pero madres somos igualmente, eso ni la muerte nos lo puede arrebatar. Un abrazo alado

  6. Es de los textos más hermosos … Y trato de comprender palabra a palabra, para en algún momento de tanto dolor poder llegar a entender al menos la mitad; de todo lo que para mí hoy es tan injusto y sin sentido. Tengo tanto miedo.

    1. Yenny, ese miedo tan grande, qué bien lo recuerdo. Es injusto y sin sentido y estoy escuchando y sintiéndo lo que cuentas y sientes tú. El camino es largo, pero no estás sola. Hay esperanza, quédate del lado de su luz. Abrazos cálidos, amiga

  7. Que hermosas metáforas que expresan lo que sentimos cuando esperabamos la vida y sin embargo tuvimos que enfrentar a la muerte.. yo disfruté de las mejores 40 semanas de mi vida y hace un mes que lloro porque naciste dormida ???… te amo por siempre mi hermosa Lenay Azul!!!

    1. Mil gracias, daniela por tus palabras. Lenay Azul volvio al azul infinito de la paz del universo y dejo tanto amor en su mamá como vacío en tu corazón. Sólo nos queda aprender a llenarlo, cosiendo un trocito de nuestra alma cada día. Aunque naciese dormida, vivió despierta en ti, esas 40 seemanas que nada ni nadie os podrá robar. Un abrazo de alma a alma

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