Feliz cumplemes, Violeta. Enamorada de ti.

Ya ha pasado más de un mes, pero su cumple lo pasó ingresada en el hospital de Guadalajara, (algo que da para otra entrada, qué susto…) y no he tenido ocasión de celebrar en el blog esta fecha tan importante.
Un mes, ¡Y qué mes! lleno de emociones y novedades.

Un mes que es duro físicamente, porque mientras te recuperas del parto/cesárea, llega la agotadora lactancia, la privación de sueño (tortura), la falta de horarios racionales de comidas o de vida en general, los terribles cólicos que no sé porqué llaman nocturnos si duran 24 horas, el temido reflujo esofágico, etc. y que sobre todo es duro a nivel mental por LAS PREOCUPACIONES: ¿Lo estoy haciendo bien? ¿Come suficiente? ¿Ese ruido que hace es normal? bajo las que subyace el miedo a que le pase algo.
Se siente uno muy pequeño ante la tarea más importante de tu vida, cuidar de un hijo.
Mientras estuvieron los superabuelos, siempre dispuestos, fue más fácil.Menos mal que en Madrid están los otros superabuelos, que siempre ayudan y nos facilitan las cosas, pero ya era importante comenzar solos nuestra realidad como nueva familia, aunque signifique que toda la responsabilidad recaiga sobre ti.

Es muy hermoso, ir creando ese espacio y ese vínculo los cuatro (con Olivia). A nuestra manera, sin compararnos con nadie, a nuestro ritmo, con nuestros errores y aciertos.
Es muy hermoso y sin embargo también se llora mucho porque al principio, por muy feliz que estés y muy mágico que sea (imaginad la ultrafelicidad en mi caso), eres un cocktail hormonal, estás agotada y sientes que todo te viene grande.
Además mi lactancia no es como en la tele precisamente, aunque tengo claro que deseo ese regalo para Violeta y no cejo en el empeño. `Por otro lado, nuestra situación este primer mes se complicó por mis propios problemas de salud y los de la niña que conllevaron dos hospitalizaciones tras el alta del nacimiento.

Pero de pronto, un día, pasa la barrera del primer mes y Voilà! todo cambia y mejora casi magicamente y los aspectos negativos van quedando atrás mientras que todos los positivos, que ya eran muchos, se potencian al máximo.
El miedo se va desvaneciendo (conscientemente elijo vivir sin él, ¡ya estoy harta del miedo! ) para dar paso al DISFRUTE DEL AMOR.

Estoy enamorada de mi bebé.
Para explicar lo que siento lo más fácil es compararlo con esas primeras fases del enamoramiento (pero multiplicadas por un millón) en las que todo el tiempo del mundo al lado de tu amado no te basta, cierras los ojos y ves su rostro, no duermes porque prefieres contemplarle dormido, si hablas por teléfono las conversaciones acaban con  «cuelga tú»,»no, cuelga tú» y ninguno cuelga, escuchar su voz es el detonante de miles de sensaciones, tienes la certeza de que esa persona es el amor de tu vida, el roce de su piel te hace feliz, mirarle a los ojos es puro extásis, no hay nadie más que se le pueda comparar, es el más guapo, el más listo, el mejor, no te cansas de mirarle y se pasan las horas volando, soñando despiertos…

Así estoy yo con Violeta. Cuando abrazo su caliente y suave cuerpecito es un goce indescriptible, incluso pasar la noche en vela a su lado no es un drama, porque observo su carita adornarse con decenas de muecas diferentes y me fijo en la variación de su llanto, cuyos significados estoy aprendiendo a descifrar, todo es nuevo, es un misterio exquisito y adorable. Los ratos en los que la amamanto, qué unión, que complicidad… y cómo nos reimos los tres con las cositas que hace la pizpireta Violeta, nos sentimos muy dichosos y agradecidos.
Qué amor. No hay palabras para expresarlo (ni tiempo, ja ja ja )

Esta imagen ya no es tan habitual, es que el colecho es tan bonito…

 

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