Un poco de humor después de un susto. Planeta Violeta

Mañana hace una semana de mi primera visita a urgencias y según pasa el tiempo le voy viendo la vis cómica al acontecimiento.
Quiero revisar con humor ese día.  Ser indulgente conmigo misma y reirme de mi miedo. Ver algo gracioso en el cúmulo de circunstancias  absurdas que se concatenaron y me llevaron a olvidar en un segundo tanta estrategia y tanto aprendizaje.
Por supuesto, si puedo escribir sobre ello de este modo es porque todo continúa estupendamente y mi Violetilla está sana y fuerte.

El patrón de movimientos fetales de Olivia lo conocía perfectamente y el de Violeta, como imaginaréis, lo vigilo con aún más rigor. Afortunadamente, Violeta, es una niña increíblemente activa,  con  períodos de descanso no muy extensos que se producen a las mismas horas.

Por eso, el pasado domingo, cuando llegó la hora de comer, me senté y no noté sus pataditas me alerté ligeramente. Según avanzaba la comida, también lo hacía mi estado de alarma porque ella siempre reacciona con mucha vitalidad a la llegada de alimento al estómago. Durante la mañana no percibí apenas movimiento, pero eso no me preocupó porque es el rato en que está más tranquilita siempre.
Al acabar la comida mi nerviosismo era palpable y tuve que verbalizar mis pensamientos. Ya no podía más. Intentaron tranquilizarme y me tumbé en el sofá para ver si se movía, como suele hacer cuando cambio de postura. Nada. Comí chocolate (saltándome la dieta por desesperación) ya que es bien sabido que el dulce les estimula. Nada. Más cambios de postura en el sofá. Nada. Me muevo la tripa con el vigor aconsejado en estos casos. Nada.

Rompo a llorar, a mi pesar, como una niña pequeña, sollozando incluso, un llanto incontrolado. Algo que venía de muy dentro.
«Vamos al hospital«, dice mi padre «y así te quedas tranquila».
Como mi marido está en Dublín, mis padres no son de Madrid, estamos sin coche y el hospital está fuera de la ciudad, mi padre propuso llamar a mi suegro.

El buen hombre dice que viene inmediatamente. Estaban a punto de empezar a comer una sabrosa paella, pero se puso en camino sin dilación.

Calculé que en lo que llegaba me daba tiempo a darme una ducha rápida. Muy nerviosa y angustiada, atenazada por el miedo, me meto en la ducha con la esperanza de que el agua caliente rebaje la tensión muscular.
De pronto, miro al suelo de la bañera y veo un charco turbio, rojizo. El susto fue mayúsculo. Estuve a punto de desmayarme. Grité, » ¡¡Mamaaaaaaaá!!» mientras intentaba comprobar si yo estaba teniendo una hemorragia o salida de líquido.
«¡Tranquila!, sale el agua igual de turbia en toda la casa. Habrá pasado algo…»
Me temblaba el cuerpo y no me quedó más remedio que renunciar a la ducha porque esa agua era insalubre.

De pronto, suena el teléfono, inquietante. Mi suegro nos explica que está en un atasco monumental porque el Puente de Segovia se ha inundado y que tal vez tengamos que coger un taxi, aunque esté al lado de casa, porque no sabe cuando dejará de estar atrapado.
(Un reventón de una gran tubería explicaría esa inundación y el agua rojiza, ¡qué casualidad! ¡Qué oportuno justo en ese momento…!)

Por un instante, me da la sensación de que Violeta se mueve, suavemente. Una bocanada de aire, pero no tranquiliza lo suficiente.

Finalmente no hace falta que cojamos un taxi, mi suegro llega a buscarnos. El pobre hombre, cuando consiguió salir del atasco, sufrió un golpe en el coche por parte del típico conductor al que, tras una retención, le entran unas prisas desaforadas y pierde las nociones mínimas de buena conducción y sentido común. Resultado: abolladura lateral, más nervios y tensión añadidos a la preocupación principal con la que ya venía. En esas circunstancias, tiene que explicar que va a llevar a una persona al hospital y que no puede retrasarse más porque un trayecto de veinte minutos ha llegado a alcanzar más de hora y media de duración.

Emprendemos el camino al hospital, después de todas estas vicisitudes inesperadas y absurdas. Cuando estamos cerca del destino,Violeta comienza a moverse. Así es la florecilla.
En el hospital, con mis antecedentes, me atienden inmediatamente, sin esperar ni un segundo.
La eco muestra su corazoncito latiendo. Yo estaba tranquila porque la había notado, pero de pronto me acordé de Olivia, de que también su corazón latía cuando acudimos a urgencias porque no se movía, de que nos tranquilizaron y sólo después de ver el resultado de los monitores, nos dijeron que algo no iba bien y había que practicar una cesárea de urgencia. Entonces, aunque intuía que Violeta estaba perfectamente, me vine abajo, en parte aliviada y en parte invadida por tantos recuerdos dolorosos. Lloré abrazada a mi madre.

Los monitores fueron un sin vivir (a pesar de que yo en mi interior me sentía confiada), porque la máquina daba avisos y pitidos cada poco tiempo. Yo no quería ni mirar el papel que iba brotando para no buscar analogías. El médico o enfermero nos informa de que es precisamente porque el bebé se mueve que pita, porque al estar en movimiento le sube la frecuencia cardíaca , al igual que a cualquier otra persona que haga ejercicio.
De pronto, pita de otra manera. Vienen de nuevo. «Es que se había perdido el latido, no pasa nada».
¡¡¡¿ Queeeeeeeé?!!!!!
Y es que Violeta, ( imagino que otros bebés también lo hacen, porque Olivia sí lo hacía) cuando nota una presión sobre la tripa, parece localizar donde está esa presión y  patea justo esa zona. De modo que aparentemente, despegó el electrodo y por eso se perdió momentáneamente el latido.

Poco después, viene una ginecóloga. Me da el papel del informe para que lo lleve a mi consulta habitual. Y nos despide sin más. «¿ Entonces está todo bien?». «Sí, de hecho se mueve más de lo normal, justo lo contrario de lo que te preocupaba».

Me relajo, me siento muy feliz, exultante diría yo y de repente…
«¿Es normal que se mueva «más de lo normal»?»
¡¡¡¡¡Ayyyyy!!!!
Esta cabecita mía nunca descansa…

Ja Ja Ja Ja

Una vez más doy gracias.
Gracias a dios/universo/vida porque Violeta está muy bien.
Gracias por tener unos padres y unos suegros maravillosos que nos atienden perfectamente mientras el papá está fuera.
Gracias por la atención estupenda del personal del hospital.
Gracias porque el golpe del coche no fuese nada serio y mi suegro esté perfectamente.

No creo que nadie haya comido (cenado) una paella recalentada con tantas ganas como él cuando al fin logró llegar a casa.

2 comentarios

  1. uff ! lo que pasas ! espero que pronto tengas a tu bebe en brazos y aunque sientas un poco de angustia quizas se disipe un poco ! pasado unos meses la tengas en brazos ! Mi hijo hace dos años enfermo de gravedad y casi lo pierdo todavia hoy siento la angustia cada vez que hay una fiebre o un apice de enfermedad, que se ha disipado con el tiempo pero no desaparece y aunque no es lo mismo, por que no tienes a Olivia, te endiendo ! tienes todo el derecho a estar preocupada !Todo ! un abrazo y mi completa admiracion !

  2. Muchas gracias, Sissi, por tus buenos deseos, apoyo y comprensión. Admiración no merezco, no más que cualquier otra mamá cuyos hijos sean su prioridad, ¡como tú misma! Qué bien que tu hijo se recuperase perfectamente y qué normal que ahora cualquier indicio nos asuste.
    Gracias de nuevo y un abrazo cariñoso

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *