Una decada sintigo

Una decada sintigo.
Olivia, Tú no pudiste volar en este plano. Tus alas se truncaron para esta vida. Por eso volaste con alas de ángel, mucho más alto que el resto. Tú no eras de este mundo…
El 31 de Marzo de 2024 se cumplieron 10 años de tu nacimiento y posterior vuelo eterno. Coincidió con el Domingo de Resurrección. Fue el primero de tus cumpleaños que no pasé con tu padre y tu hermana.
Sumida, como estaba, en el caos que trajo el divorcio y la enfermedad de mi madre, no pude escribirte aquí tu post.
Compartí, en esas ventanas al mundo que son las redes, las fotos de nuestros homenajes a ti en tu día y por supuesto en mi diario íntimo te hablé, hija, como cada día. He aquí algunos retazos:
“Feliz décimo cumpleaños, Olivia.
Tu nombre en la nieve de Majalrayo,
Tu nombre en la playa de Lanzarote,
Señales,
Tu luz…
Como siempre eres tú quien me regala.
Siento mi propia compañía.
Siento desde hace ya algún tiempo, todo este curso, una felicidad de base. Un saber estar conmigo misma y los demás, una fortaleza, una calma, una positividad, un optimismo increíbles con todo lo que me está pasando y eso es una señal inequívoca de que éste era el camino adecuado”.
“He tenido una conexión enorme con Olivia, Dios y el universo en Lanzarote. Una paz inmensa, como cada vez que me llegan sus señales.
Estoy triste y necesitaré llorar y hacer este otro duelo para el que no he tenido tiempo.
Para llorar y soltar el desamor. Todo pasará y se curará.
Corazón cosido con hilo de oro puro. Corazón reconstruido que será más fuerte, sabio y compasivo que nunca”.
Eso me enseñó tu duelo Olivia. Que del dolor, la rabia, la tristeza, la amargura, la muerte, podemos renacer.
“Cuando estaba embarazada, colgué en las paredes de la habitación de Olivia unos papelitos de cartulina amarillo brillante, con estrellas que yo dibujé, en los que escribía poemas y mensajes.
El que más se repetía, “Confía”.
Con mi inocencia,
Con mi creencia en la magia del universo,
Confía.
Pero murió.
Y ya no puedo confiar”.
Esta es quizá la parte más ardua del trabajo de duelo, el volver a confiar en Dios, universo, como cada uno lo llame.
He logrado, en estos 10 años, hacer las paces con la idea de que ese era tu destino.
Pasados pocos meses de tu muerte física, tu padre y yo fuimos a Costa Rica. Allí visitamos un lugar, una especie de Santuario de Mariposas. Todas eran hermosas, diferentes a las que vemos en España, pero una llamó mi atención particularmente por su singularidad.
Me quedé mucho rato observando sus colores y la peculiar forma de sus alas, como curvada, como rizada. Y lo comenté en voz alta junto a la cuidadora. Ella me miró y me dijo: “Bueno, es que esa mariposa, por lo que sea, ha salido mal de su crisálida y las alas no están formadas adecuadamente. No podrá volar bien y pronto morirá”.
Me partió el alma y me recordó tanto a ti… (La foto de esta entrada es la foto real de esa mariposa)
En tu séptimo cumpleaños, dimos un paseo los tres alrededor de una presa, en pleno campo y las mariposas, decenas de ellas, nos acompañaron en todo momento, revoloteando a nuestro alrededor todo el camino. Tu hermana, que es todo sensibilidad, observó una mariposa blanca que apenas podía volar. La cogió delicadamente e intentó que alzase el vuelo o al menos apoyarla en una ramita, para que no le atacasen en el suelo las hormigas u otros insectos. Le dio tanta pena entender que probablemente estuviese próxima a su final, que quiso salvarla y le fabricó un lecho sobre una piedra, con flores, hojas y agua.
Olivia,tú no pudiste volar en este plano. Tus alas se truncaron para esta vida. Por eso volaste con alas de ángel, mucho más alto que el resto. Tú no eras de este mundo.
Y yo miro al cielo, ya diez años, degustando los matices de esta maternidad de estrellas, como el musgo besa la piedra.
Gracias por tanto, Olivia. Tú me recuerdas de lo que soy capaz y me conectas con la verdadera esencia de la vida.