¡Oh! Dulce erizo de montaña, suave y lindo pero fuerte…
En el último viaje en coche, el primero de Violeta, atravesamos la sierra. Bajo el cielo nocturno y libre de contaminación lumínica, contemplamos la aparición de las estrellas, como tímidas notas al inicio de una pieza de música.
Siempre que tenemos la suerte de ver este espectáculo decimos frases como éstas: «Ya han salido las Olivias», «Hay muchas Olivias hoy», «Qué bien se ven las Olivias esta noche»…
Con el firmamento sobre nosotros, nos sentimos todos, los cuatro de la familia, conectados por el halo de luz mágica,..
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Yo tengo otra hija, a la que ya no se puede ver más allá de las fotos-tesoro. Mi hija mayor, que sin embargo siempre será pequeña, pues no puede crecer físicamente sobre esta tierra, aunque su alma sea cada vez más grande y sabia.
No hay un sólo día, una sola hora, en que Olivia no esté en mi pensamiento y en mi corazón.
Quizá haya quien crea que la llegada de Violeta baste para hacernos felices y «compense todo» como nos han llegado a decir. Parcialmente es así, claro que nos sentimos inmensamente felices y afortunados, sin duda alguna. Pero ver a Violeta junto a nosotros reabre interrogantes, ¿Por qué no puede estar Olivia también?
Quisiera compartir todo este amor con ella, regalarle los besos, las deliciosas caricias, los momentos increíbles de unión madre hija…
Veo el test de Apgar de Olivia, casi idéntico al de Violeta y todavía me cuesta comprender que no esté aquí. Nació aparentemente sana y nada hacía presagiar un final tan trágico. Eso es algo muy difícil de digerir para unos padres y necesita mucho tiempo para poder ser procesado. Es un suceso obviamente traumático y al nacer tu segundo bebé, aunque la dicha te haga sentir en una nube, los recuerdos afloran, por revivir la experiencia del nacimiento, por volver a situarte en el contexto hospitalario de llegada del recién nacido.
Yo tengo otra hija, viví otro embarazo completo, hasta su semana 40, lleno de detalles, amor y dedicación. Tuve otra cesárea (tan distinta, dios mío…), otra estancia en el hospital (llena de una angustia y un dolor inefables), otra salida del hospital con los brazos vacíos y el corazón hecho añicos, otra llegada a una casa absolutamente preparada para recibir a Olivia que hubo que desmontar, otra lactancia sin bebé que hubo que cortar, por dos veces, pues mi cuerpo se negaba a aceptar que aquello hubiese acabado, un puerperio y una cuarentena sin hija que mitigase las molestias.
Tengo otra hija, la primera. Sublime. Valiente, ejemplar. Con su cabello de erizo, su cuerpo perfecto, su peca en la tripita, sus pies hermosísimos, su carita bellísima, con dos luceros por ojos. Una hija cuya presencia infundía un respeto reverencial, pues tenías la sensación de encontrarte ante algo sagrado. Una hija que despertó el amor más grande que hay en este mundo, el amor que más nos acerca a dios.
Las lágrimas no se han secado, el pozo de la pena sigue teniendo agua y es profundo. Es una pena más mansa y menos lacerante, más llena de amor y casi ya carente de rabia, pues hemos transitado por las etapas del duelo hasta llegar practicamente a la rendición, a la aceptación y sin embargo, cómo duele aún la ausencia física de Olivia.
Estrechar a Violeta en mis brazos cura el alma, pero cuánto me gustaría abrazar también a mi niña soñada.
Cada hija tiene su lugar, vivo la maternidad de Violeta con plena ilusión renovada y llena de energía y sonrisas, mi rostro refleja esa felicidad nueva (así me lo han dicho cuantos me ven) procedente del amor maternal que sí encuentra culminación, pero lógicamente no olvido y sigo mi camino de duelo, sin ocultarlo y sin anclarme en él tampoco. Hay que fluir con la vida, lo sé. Y avanzar.
Hay un espacio para cada sentimiento, claro que me centro en el ahora, en disfrutar cada segundo de Violeta, pero echo de menos a Olivia, forma parte de mí.
Mamás de arcoíris, si acuden las lágrimas, no os sintáis culpables ni dejéis que nadie os diga: «No llores, tienes que estar feliz por tu nuevo bebé, lo otro déjalo atrás». Vosotras sois madres y las mamás sabemos cómo hacer para cuidar de nuestros hijos y atender a cada uno del modo que necesita.
Olivia está en todo lo bello y bueno que existe tanto dentro como fuera de nosotros.
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Flores silvestres, pequeñas y blancas, las que más nos gustan para Olivia |
Te quiero hija, mamá siente nostalgia de ti, Siempre.
Nada que decir ! solo un gran abrazo !
Esas palabras que no existen para reconfortan, las que no pueden ser dichas, me llegan en tu abrazo y calientan un poco mi corazón, gracias por comprender tan bien y estar presente.
Qué bonita eres, mamá Alicia, tu corazón es inmenso y en él se han hecho su casita tus dos hijas. Olivia estará siempre entre nosotros. Y su hermanita, bienvenida es. Besos corazón
Gracias, Esther, tú sí que eres bonita con esas imágenes tan dulces y tiernas que ilustran lo que siento. Gracias por tenernos tan cerquita de tu corazón. Muas