Acompañar la infertilidad

Me sigue asombrando y dejando “ojiplática” (que diría una amiga mía) el desconocimiento brutal y casi cruel que hay respecto a las implicaciones que tiene la infertilidad en la vida de una mujer.

Me encanta que las mujeres hayan roto con ese cerco de silencio y escriban y hablen sobre ello abiertamente, que las famosas, por aquello de la visibilidad, compartan sus dificultades y que se haya generado una red de apoyo maravillosa en torno a la infertilidad. Me parece absolutamente necesario y toda ayuda es poca a tenor de los comentarios que escucho respecto a este tema.

Hay personas que niegan incluso que exista un duelo por infertilidad. Yo no soy psicóloga y no me interesan tanto los términos exactos como las emociones y sentimientos de las personas, concretamente de las mujeres. De esto último sí puedo hablar con total conocimiento de causa, tanto por mi postgrado en Intelligencia Emocional como, sobre todo, por mi propia experiencia como madre doliente y acompañante de duelo.

Si no existe un duelo por infertilidad, ¿entonces qué nombre le ponemos a ese estado que atraviesa la mujer desde la primera toma de conciencia de que su maternidad se ha convertido en un difícil reto?

¿Còmo llamamos al vacío, a la desesperación, a la soledad, a la incomprensión, al hastío, a la tristeza, a la desesperanza, a la rabia, a la sensación de injusticia, al miedo a no ser madre nunca, que envuelven a la mujer infértil o a la pareja del hombre infértil?

Si no es un duelo, se parece más que bastante. Cuando comencé a escribir mi blog, ya hace más de dos años, muchas mujeres de la infértil pandi y blogueras sobre temas de infertilidad se asomaron a mis post y entablamos una cálida y cariñosa relación virtual de apoyo mutuo.

 

Fueron muchos intercambios de palabras cargadas de sentimientos inenarrables que me llevaron a tener la clara sensación y el convencimiento de que en realidad estábamos pasando por un proceso semejante.

La única diferencia, como bien me señaló alguna de estas maravillosas mujeres, es que yo ya sabía que podía gestar, pero como también yo les contesté, en realidad nada me aseguraba que yo pudiera ser madre finalmente, pues en mí existía el mismo terror, el de no poder culminar un embarazo con un bebé vivo en mis brazos al abandonar el hospital.

Olivia nació en la semana 40. Antes de ella tuve un aborto bioquímico, algo nimio en apariencia y sin embargo tuve que atravesar un pequeño duelo para poder colocar adecuadamente esa experiencia en mi vida.

Muchas de las mujeres que conviven con la infertilidad han tenido abortos de repetición. Es una tortura inimaginable para el que no conozca nada de este tema. Al compartir nuestras historias, ellas empatizaban conmigo y se apenaban muchísimo por haber perdido a Olivia, pero yo también sentía con ellas todo su dolor, su miedo y su vacío. A ellas les admiraba que yo siguiese en pie, a mi me admiraba también su coraje y su resistencia.

La infertilidad puede detener, dejar en suspenso, la vida de una mujer.

Un hijo no es un capricho, ni un accesorio de moda. Cuando una mujer desea ser madre, lo desea con todas sus fuerzas y se convierte en una necesidad vital. No es una forma de hablar, es vital porque la mujer pone toda su vida en ello. El desgaste emocional y físico que supone este proceso es conocido por pocos, comprendido por menos y apoyado `por casi nadie.

Es una larguísima carrera llena de lágrimas, alteraciones del ánimo, cambios físicos, procesos médicos, pinchazos, pastillas, grandes gastos económicos , etc, que van minando en muchas ocasiones a la pareja.

Pero también es una historia de amor. La del amor de esa madre que ya es madre aunque no tenga al hijo en brazos y por amor a ese hijo soñado es capaz de hacer lo que sea necesario.

Es una historia de resiliencia, Es una historia de perseverantes, de supervivientes, de parejas que vencen juntas los obstáculos a pesar de las malas rachas y las dificultades.

Muy pocas personas se imaginan lo que vive una mujer, una pareja infértil, en su búsqueda.

Si desde mi blog puedo daros voz y apoyo, me siento honrada de hacerlo. Hemos compartido juntas un largo camino de duelo, la alegría por el embarazo y el nacimiento de Violeta y nada me gustaría más que servir de báculo en el camino a estas peregrinas incansables que tanto quiero y admiro.

Acompaño la infertilidad de corazón, con el corazón de una madre que conoce el vacío y el miedo, que ha sido madre invisible de una niña que cruzó este mundo en un velero de sueños.

Allí está, en el azul infinito, abrazada a las almas de vuestros hijos que están por llegar y que podemos esperar juntas.

4 comentarios

  1. Dios… que acertadas tus palabras.
    Suele ser una sensación que pocos comprenden, se minimizan las pérdidas con frases como «la próxima vez lo conseguirás», «ya quedarás embarazada nuevamente», como si no estuviéramos hablando de la ilusión y sentimiento de una mujer que no piensa en el próximo, sino en ese embarazo que no fue, o que no prosperó. Y, por supuesto que nuestra vida se paraliza, porque en medio de un proceso de búsqueda de un embarazo por medio de tratamientos se vuelve muy complicado planificar lo que harás a corto o mediano plazo: tus proyectos profesionales pueden quedar indefinidamente en stand by, vacaciones planificadas que se deben cancelar, mudanzas que se deben postergar y así se puede seguir.
    Es admirable contar con el apoyo de una persona como tú, que ha vivido sus propias dificultades en tu camino a la maternidad y que ayuda a tantas mujeres a atravesar estos duros momentos y seguir luchando por ese sueño de formar una familia. Gracias por tus palabras!

    1. Gracias, Virginia, por tu comentrio, por tu email y por hablar claro de las implicaciones de la infertilidad , del impacto brutal que tiene en la vida de la mujer que busca ser madre, de la incomprensión del entorno y de como la vida se detiene. Lo que es admirable es la fuerza que tienes , que teneis, para seguir siempre adelante. Un abrazo!

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