Duelo por pérdida del entorno

 

Hace un tiempo te hablaba del duelo por  pérdida de la identidad anterior a la maternidad. Hoy quiero hablarte de otro que es, junto con el anterior, el núcleo del acompañamiento a las Mamás sin red y es el Duelo por pérdida del entorno.

Si ofrezco acompañamiento a las mamás sin red,  esas mamás que se sienten solas, que no cuentan con ayuda, que están expatriadas, lejos de su familia, o cuyo trabajo actual es criar a sus hijos a tiempo completo, es porque yo misma he tenido que realizar con gran éxito un trabajo previo muy intenso con mi propia situación personal y hubiera pagado en oro por encontrar a alguien que me acompañase en ese proceso.

Para entender un poco como surge este  acompañamiento voy a contar mi historia de mamá expatriada dedicada ya durante dos años exclusivamente a la crianza sin ninguna ayuda.

Mi hija Violeta no podía ser más inmensamente deseada: es un bebé arcoíris, llegó tras la pérdida de Olivia. Cuando nació yo era tan feliz que irradiaba luz. Tras su cesárea, al entrar en la sala de reanimación, sonreía tanto y debía de estar vibrando en la frecuencia más alta del universo, que una mujer que estaba allí me dijo “Tú acabas de tener un bebé, ¿no? Porque tienes una sonrisa que no te cabe en la cara” (o algo parecido).

Después todo fue felicidad, vivíamos en España, Violeta dormía bien, mis padres se quedaron unas semanas a ayudarnos, mis suegros también estaban cerca, era Junio, me encantaba mi barrio entre La latina y Madrid Río, placitas, parques, terrazas… Luego empezaron los cólicos, la lactancia durísima de grietas y dolor, los viajes de mi marido, pero yo seguía feliz, acompañada, cerca de la familia y los amigos, tenía mi red, me sentía sostenida. Y tras una boda de una prima muy querida a la que fuimos  con Violetilla y nos bañamos en el cariño de toda la extensa familia, embarcamos rumbo a Dublín.

Imaginad el contraste. Del calor y la protección de la red  familiar a estar solos. Y más concretamente SOLAS, largas horas, mientras mi marido trabajaba. Sin conocer a nadie. Con frío y oscuridad, porque Octubre es invierno y no otoño aquí. A pesar de amar la ciudad, que ya conocía muy bien, de amar mi vida, a mi niña y a mi marido, fueron unos meses duros.

En mi caso, al duelo por la pérdida de la identidad anterior a la maternidad (hasta entonces como tenía red no lo sentía tanto) se unió la pérdida del entorno conocido, otro duelo. Y  mi enorme resistencia a admitirlo, pues como buena mamá arcoíris, me exigía a mí misma estar feliz porque ¿cómo no estarlo teniendo una hija viva después de haber visto  morir a la anterior? No podía creer que después de haber vivido algo como el duelo por Olivia, otras situaciones mucho menos relevantes pudiesen conmigo. No me permitía estar triste, no quería reconocer ni bucear en mis emociones ni mirarlas de frente.

Pero negarlas no hace que no existan. Me encanta viajar y tener experiencias distintas, pero descubrí que siendo mamá de Violeta prefería la seguridad. Es normal, Violeta era muy pequeña y yo aún estaba marcada por la muerte de Olivia. No confiaba en los hospitales ni en los médicos (el sistema de salud es nefando aquí, a pesar de todos los recortes, España está a años luz, aprovecho para instar a luchar por una Sanidad Pública de calidad, es un tesoro de valor incalculable). El miedo me atenazaba (hablo de ello en este vídeo) Y la soledad hacía mella. Mi padre sufrió un infarto y aunque se recuperó muy bien, me di cuenta de lo duro que es estar lejos de la familia.

Además yo soy una persona muy social. Me gusta de verdad la gente. Me gusta conocer sus historias, sus emociones, sus pensamientos, interactuar, intercambiar, a veces sólo estar, charlar, reír, recibir amigos, pasear, hacer bromas. Y me costó muchísimo hacer amigos, algo que no esperaba porque suelo tener mucha facilidad para ello. Con frío, lluvia y viento es complicado salir mucho a la calle y también echaba de menos eso, la vida en el exterior, algo tan español.

Ahora que están de moda tantos programas estilo “Españoles por el mundo” y hay esa epidemia de “falsa felicidad” de las redes sociales en la que se supone que todo el mundo está obligado a ser feliz y sobre todo parecerlo (incluso si están gravemente enfermos o al borde de la muerte), la persona que ante un cambio no se adapta fácilmente y atraviesa un duelo, se siente de alguna manera avergonzada o fracasada y esas percepciones no contribuyen en absoluto a tener la energía necesaria para dominar la situación y aceptar simplemente que a veces toca estar mal.

Rechazamos la tristeza y no nos damos cuenta de su inmenso valor. Entono el mea culpa, pues creí que con el duelo por Olivia había aprendido todo lo necesario para acoger la tristeza cuando viene y en cambio me faltaba esta lección de vida para aceptar la necesidad de cada  etapa  vital y las emociones asociadas a cada una de ellas, aunque no nos gusten.

Me ha parecido un reto apasionante generar un nuevo entorno lleno de amistades y actividades atractivas en mi nuevo hogar. Ahora disfruto de una vida plena y me felicito por todo lo conseguido con mi esfuerzo.  La clave como ya conté en uno de los post fue no rendirme nunca. Esa lección sí la tenía bien aprendida del duelo por Oli.

El coaching estratégico (parte de mi formación) dice que cuantas más dificultades superes más valor tienes que aportar a los demás.

Me encanta ver mi vida desde esa perspectiva. Una relación de amor a distancia durante siete años con el que es hoy mi marido, el nacimiento y  muerte de nuestro primer bebé, ser madre de nuevo, emigrar  y superar los duelos subsecuentes a todas estas experiencias me hace sentir válida, preparada para acompañarte en los tuyos desde mi experiencia, mi formación y mi compromiso total contigo.

Nadie puede ayudarte mejor que quien ha pasado por lo mismo y ha puesto en práctica las estrategias y herramientas adecuadas para la situación.

No tienes porqué pasar el duelo por pérdida del entorno en solitario,

¿Me dejas ser tu red?

4 comentarios

  1. Me ha emocionado mucho tu artículo Alicia!
    Es cierto que estar triste está muy mal visto, las palabras que suelen decirse para animar no ayudan nada y entonces ya no sólo te sientes triste sino culpable por estarlo.
    Sé bien de lo que hablas porque yo también he estado muchos años sin tolerarme la tristeza provocada por cualquier tipo de frustración.
    Yo misma, cuando alguien acudía a mi con tristeza aconsejaba de manera equivocada: «Vamos mujer que no es para tanto, piensa en todo lo bueno que tienes, sonríe que todo se arregla…» Cuando todo el mundo ya sabe eso sin que tú se lo digas.
    Ahora mi consejo para las personas que acuden en mi ayuda por estar tristes debido a lo que sea es totalmente diferente.
    «Siente la tristeza, no pasa nada, deja que se muestre para que no se te enquiste, no eres peor por estar triste, no eres menos valiosa por ello. Estoy aquí para apoyarte cuando lo necesites».
    Gracias Alicia, me encanta tu misión.
    Un abrazo

    1. Hola Tania, muchas gracias por compartir aquí ese cambio de visión sobre la tristeza que tú misma has experimentado. Me parece importante que vayamos sacándola de su sombra y abordándola con sinceridad, precisamente por eso que dices «no sólo te sientes triste sino que además te sientes culpable por estarlo». Has dado en el clavo. Un abrazo grande, compañera.

  2. En esta vida hay gente a la que le viene todo dado. Otros en cambio tenemos que luchar duro por lo que queremos. Y aunque podemos tener apoyo de familiares cercanos y amigos, nadie nos regala nada, todo lo que tenemos es fruto de nuestro esfuerzo.
    A veces te puedes perder en el camino, pero si de nuevo amanece puedes volver a intentarlo con más fuerza. Si alcanzas tu meta, la satisfacción será plena. Comparto cada una de tus palabras. Una parte importante de lo que acontece en nuestra vida depende de nuestra actitud. Las habilidades y capacidades suman pero la actitud multiplica. Al final estamos «solos» frente al mundo, pero como dice el refranero español, el que la sigue la consigue… un beso fuerte desde la distancia

    1. Gracias, Pilar. Cómo comparto lo que dices, cómo lo siento. Esa sensación de tener que conquistar cada peldaño de la escalera. A veces uno está cansado y eso le llena de rabia, desearía que las cosas fuesen más fáciles, más plácidas, pero entonces no sería nuestra vida. No hay más posibilidad que este presente eterno que es el ahora, nuestra existencia y todo lo que experimentamos supongo que es exactamente lo que teníamos que vivir para ser quien somos. Me encanta que la vida me ponga a gente como tú en el camino!!

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *