La interrupción voluntaria del embarazo: “Yo no juzgo tus motivos, acompaño tu dolor”.

Si la muerte perinatal y la pérdida gestacional eran un tabú absoluto y para muchos lo siguen siendo hasta el día de hoy, no digamos la interrupción voluntaria del embarazo.

Hay un hermetismo opresivo en torno a este tema tan delicado. España es un país aconfesional, pero nuestro sustrato es eminentemente católico y esa es quizá una de las razones por las que las nociones de culpa y pecado se han quedado adheridas, indeleblemente a este hecho.

La sociedad ha evolucionado y ha reclamado derechos que sólo hace unas décadas parecían inalcanzables. Y esa misma sociedad se ha revuelto cuando algún mandatario ha intentado dar marcha atrás y restringir derechos ya otorgados.

Pero una cosa es lo que está escrito sobre el papel, la ley y otra cosa es la realidad cotidiana y el juicio al que se enfrenta la mujer que decide poner fin a un embarazo.

Este es un tema hondo, complejo, profundísimo, sobre el que no se puede caer en la banalización ni en el fanatismo.

No voy a hablar del aborto, ni del derecho a la vida, ni de los motivos por los que una madre decide no serlo. Esa no es mi competencia.

Lo que me importa verdaderamente es el sufrimiento humano y muy especialmente el sufrimiento de la mujer y de la madre que ha decidido abortar y enfrenta ahora, en total secreto y soledad, un duelo completamente desautorizado.

Cuando murió mi hija Olivia, a los tres días de nacer, inicié un viaje del que aún no he regresado. Aunque volviese ya no sería la misma ni reconocería al llegar el punto de partida, pero además es que he aprendido que en realidad la vida es el mismo viaje, el cambio constante de todo. Nos aferramos torpemente a nuestras creencias y valores, para dividirnos, para generar abismos que separan los grupos humanos, para justificar exclusión, violencia y guerras y no nos damos cuenta de que en realidad compartimos la misma esencia.

 

Si algo me enseñó la muerte es que en realidad todos somos iguales, no es nada nuevo, ya lo expresó con maestría mi admirado Manrique.

El golpe seco de la muerte de Olivia no me dejó inconsciente, al contrario, me devolvió la consciencia. Desde ese estado de comprensión profunda de la vida elimino el juicio. Mi opinión respecto a este tema es no tener opinión. Sólo así puedes conectar desde el alma con otro ser humano que sufre.

Hay personas a las que le asombrará que alguien que ha perdido a su bebé pueda ayudar y acompañar a una madre que ha decidido no tener el suyo. Sin embargo para mí es un acto natural y coherente. Explico brevemente la anécdota de la que nace el querer acompañar estos duelos silenciosos y lacerantes.

Tras la muerte de Olivia, tuve que volver al endocrino que había vigilado mi tiroides durante el embarazo. Al llegar me preguntó por la niña y sinceramente se apenó por su muerte. Lo curioso fue lo que dijo al verme llorar desconsolada: “Fijate, como te parte el corazón no poder tener a tu bebé y luego están esas madres que abortan como si nada, que se deshacen del hijo”.

Sólo hacía un mes de la muerte física de Olivia, pero ella no me dejó odio ni división como legado. Había odio en las palabras y el gesto del endocrino y eso me sacudió por dentro.

Recuerdo que pensé: “ Este hombre no entiende nada. No se trata de esto. No hay comparación posible entre las vidas de esas mujeres y la mía, yo no siento ninguna rabia contra ellas ni soy mejor que ellas. Cada una tenemos nuestra historia”. También pensé que habría madres que tal vez estuvieran atravesando el duelo que sigue a esa decisión y no podrían hablar con nadie, porque nadie iba a empatizar con ellas como sí hacían conmigo.

El grupo de madres en duelo perinatal se queja muy a menudo de esa falta de empatía, de la torpeza del entorno, de las frases de consuelo que en realidad hacen más daño. Pues qué no tendrá que oír la que haya acabado voluntariamente con su embarazo en el caso de atreverse a confesarlo.

Nadie puede entender que esa mujer pueda sentirse mal, muy mal y esté sufriendo. Y no necesariamente es porque se arrepienta de su decisión. Hay mujeres que han actuado creyendo firmemente que interrumpir su embarazo era lo mejor en sus circunstancias y sin embargo después atraviesan un duelo. La gente les dice: “Tú lo has querido así, ahora de qué te quejas” y una mirada de juicio severo, de “te mereces ese dolor y te doy la espalda” acompaña esas palabras.

Sin embargo, a mí, mi hija Olivia me ha dejado LUZ de sobra para arrojarla sobre todas las sombras de la maternidad.

Hace más de tres años de aquella consulta del endocrino en la que pensé en todas las mujeres que interrumpen su embarazo por diversos motivos. Compartí su dolor y nunca las sentí como enemigas.

Ahora, realizando el curso sobre interrupción voluntaria del embarazo de Eva Puig, Proyecto Kora, a través de la página de Duelo gestacional y perinatal, me siento por fin preparada para tenderte mi mano. No tienes por qué pasar por esto sola, no tienes por qué ocultarlo de todos. Estoy aquí para ti.

Yo no juzgo tus motivos, acompaño tu dolor.

2 comentarios

  1. Es sumamente doloroso la culpa detras de un ive quisiera sa er ente der tantas cosas de estos se timientos de esta culpa de querer regresar de no poder.de pensar perdi alguien. Gracias por acompanar a las perso as

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