No estamos preparados para la vida.

Hace un tiempo leí un post con este mismo título en Kireii y me quedé dándole vueltas a esta frase: » No estamos preparados para la vida» pues, lo que cabría esperar leer es «No estamos preparados para la muerte».

De entrada, ahí mismo radica el error, en separar ambas realidades pues no son sino caras de la misma moneda: La muerte forma parte de la vida, es sólo que la hemos apartado de nosotros, como si a fuerza de no mirarla la fuesemos a hacer desaparecer. Somos incapaces de contemplar la muerte como parte del ciclo. Es comprensible, pues nada produce más zozobra que la absoluta incertidumbre de la última despedida. Incluso quien tiene el consuelo de la fe en el más allá y en la reunión final de todas las almas, se enfrenta al último suspiro con cierta inquietud.

Pero no es de la falta de preparación ante la muerte de lo que quiero hablar.

He estado reflexionando sobre una serie de avances claros en mi duelo, que progresivamente irá llegando a su fin de forma natural, (a pesar de que aún existen momentos muy dolorosos). El tiempo ha ido pasando, los aprendizajes afianzándose: El dolor se mitiga, el recuerdo perdura, el amor crece.
Dos años después, siento una vuelta a la vida. Al tener al nuevo bebé, a mi pequeña Violeta, la vida empuja con más fuerza, eso es indiscutible. Siempre soñé, desde el negro comienzo del duelo, con este regreso de la vida. Y conforme el duelo avanzaba y yo aprendía, tenía muchas ganas de llegar a esta etapa y aplicar todas esas lecciones del duelo. Tenía ganas de presentar al mundo este nuevo yo, pues realmente tras la muerte de Olivia siento que ha habido un renacimiento, hay una cesura clara, un antes y un después y quien viene después me gusta bastante más. Ese es el gran regalo de Olivia, por eso decidí empezar a escribir este blog, para compartirlo.

Este regreso a la vida trae consigo cosas hermosísimas pero también  otras que interpreté como negativas.

Cuando el hijo muere, recibes un golpe seco, fortísimo, casi mortal y quedas en shock, anestesiado, fuera del mundo, vives en sordina. Y cuando el duelo avanza ves qué es lo fundamental en la vida y qué poca importancia tienen otras cuestiones que antes te preocupaban. te llenas de valor, pues si eres capaz de sobrevivir a una pérdida semejante, te sientes con fuerza para enfrentarlo todo en la vida.

Y sin embargo, constato que volver a la vida es volver con todas sus luces y sus sombras. Porque uno deja de estar anestesiado y deja de vivir en sordina.

A uno le vuelven los miedos y las cobardías, uno vuelve a sentir ira, frustración, a preocuparse por tonterías, a permitir que el malestar le invada por cosas que bien sabe que carecen de importancia. Y esta parte de volver a la vida la sentía yo como un retroceso, como una traición a Olivia y a sus enseñanzas. Me enfadaba conmigo misma por volver a ser débil y no comprendía cómo era posible.

Hoy sé que no es un retroceso, sino un avance aunque no lo parezca. El dolor inmenso ha ido decreciendo lo suficiente como para hacer hueco en tu vida a todo aquello que antes no tenía cabida. En lugar de reprochármelo, ahora me felicito por ello: Estoy viva y ¡soy humana! No soy un maestro zen ni una monja tibetana. Pero como decía en la entrada anterior, tengo unos ojos nuevos para ver la vida y con esos ojos NO ME JUZGO; OBSERVO Y APRENDO.

¿Qué ha venido a traerme esta nueva etapa?, ¿Qué valiosas lecciones me ofrece?

Yo que enfrenté la muerte de una hija, ¿qué puedo aprender ahora de la vida? ¿Es posible que dé más miedo la vida que la propia muerte? Ah!, LA VIDA. La vida con todas sus incertidumbres e infinitas posibilidades.
He comprendido al fin lo que sucede y ese es el punto clave para afrontar esta nueva etapa.

La muerte es incontestable, irreversible, la muerte aniquila cualquier otra posibilidad, la muerte es en sí una certeza.
Frente a ella no cabe plantearse nada más. Puedes estar en la fase de negación del duelo más o menos tiempo, pero finalmente no te queda más remedio que abandonar esa resistencia y rendirte ante la evidencia de los hechos. A partir de ahí sólo queda renacer. Un camino duro y tortuoso, pero un camino único, sin ramales. La muerte no te deja otra opción.

Por el contrario la vida nos abruma con la inseguridad de elegir bien entre sus múltiples opciones. En la vida, uno es proclive a vivir en resistencia contra lo que esta sucediendo en este momento, tiende a compararlo con otra situación que considera mejor de su pasado o de su imaginación, de modo que no se entrega uno al presente, al aqui y ahora, lo único que de verdad existe y eso genera mucha infelicidad.

Este ha sido mi ultimo hallazgo en el camino de mi duelo y queria compartirlo, pues no hay nada mejor que aprender a estar preparado para la vida, para disfrutarla, para aceptar los cambios, para asumir lo que nos traiga, para bajar las expectativas si es necesario, para quererse siempre, sintamos lo que sintamos, hagamos lo que hagamos, con toda nuestra luz y con todas nuestras sombras, sin rechazarnos.Cuando uno toma decisones, mata posibilidades. Hay ahí pequeños duelos, sensaciones de pérdida. Pero cuando la tristeza o la rabia nos invadan al pensar lo que antes era o lo que podía haber sido, uno puede recordar que eso ha muerto, ya no existe, sólo queda lo que hay, aquí y ahora y en este momento mismo siempre hay miles de razones para sonreir.

El duelo no te hace inmune a los malos momentos, no es realista creer que el camino de transformación del duelo es tan profundo como para vivir en paz el resto de tu vida. Lo que sí te da el duelo es un nivel de CONSCIENCIA enorme, que no muchas personas conocen.

Sobre el agua quieta, la montaña se refleja sin alteraciones.
 
El duelo puede ser el tramo inicial, fundamental, de un camino de crecimiento personal inigualable en el que detectar las viejas inercias, los viejos patrones de pensamiento y deshecharlos si ya no son válidos para aprender a vivir desde el amor, con esa luz que nos dejaron nuestros hijos.

2 comentarios

  1. No hay palabras k puedan describirlo mejor… Comparto totalmente tu vivencia, tu aorendizaje y la base d todo aceptarnos y respetarnos ante todo… Que gran regalo d nuestros hijos k siendo tan simple es tan profundo y transformador. Bellas palabras d una bella mujer con dos preciosas hijas, por ellas y por los mios, mi sol, mi estrella y mi arcoiris. Besos y un abrazo d corazón a corazón!

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