Mamás sin Red en Shanghái II: Teresa y Alicia

Aquí llega mi muy querida y admirada amiga Teresa, una viajera aventurera, a la que tuve la suerte de acompañar (en un acompañamiento mutuo) en su llegada a Dublín. Hoy en día es parte fundamental de mi red. Otro amor a primera vista y es que hay personas con las que sencillamente estás en sintonía.
A Teresa y a su familia les gusta dejarse llevar cuando sopla el viento de cambio, ese gusanillo de hacer algo nuevo, de ser un poco nómada. Y tiene toda la fortaleza y los recursos para hacer frente a las retos que eso trae consigo, pero eso no impide que a veces eche de menos su red, como nos cuenta a continuación.
Es un lujo contar con colaboraciones tan especiales como la de Teresa y la de Sandra la semana pasada, porque nos muestran como toda mujer y madre, por fuerte y preparada que esté, tiene derecho a experimentar y expresar los momentos en que surgen las dudas y las flaquezas, que son precisamente las que nos hacen crecer. Este mundo ideal que se nos impone, de falsa perpetua felicidad y madres ideales multitarea es algo que resulta nocivo para nosotras. Por ello desde mi blog tratamos de constribuir, con nuestro granito de arena, a desmitificar un tanto la maternidad perfecta, para hacerla así mucho más real y satisfactoria. Sin más os dejo con
Teresa del Peral. Cuento Chino
Mi historia, o historieta ya que es corta (porque lo bueno si breve dos veces bueno, y si malo, menos malo) empieza con incertidumbre y acaba con aprendizaje.
El escenario es el siguiente: Teníamos una hija de casi 2 años y 10 meses, mi marido trabajaba desde casa, yo estudiaba chino mandarín, sí, cada uno tenemos nuestras rarezas, y solicité una ayuda que ofrecía el Instituto Confucio para estudiar chino en la Universidad de Shanghai, sin mucha fe, pero bueno, por probar… pues cosas de la vida me lo concedieron. ¿qué hacemos?
Siempre he tenido un espíritu aventurero. Supongo que quería (queríamos mi marido y yo) sentir un poco de la libertad que habíamos perdido al ser padres, esa sensación de dejarlo todo y embarcarse donde sea sin pensarlo demasiado, porque eso de que ya no eres tú y sólo tú el que cuentas para las decisiones importantes en la vida, ahora ya entra otra personita a participar pues daba un poco de vértigo. Todo parecía cuadrar, yo me dedico al turismo y lo de los idiomas es un plus, mi marido podía seguir trabajando a distancia exactamente igual que como llevaba haciéndolo desde hacía ya un tiempo. decidimos tirar la “última cana al aire” autoconvenciéndonos y que la idea no pareciera tan descabellada. “ahora que aún no va al cole, ahora que no tiene apego con sus amiguitos, total, son sólo 6 meses…Nos tiramos un poco a la piscina vaya.
Recuerdo que mi madre fue la única que nos apoyó. nos decía que mientras la niña estuviera con nosotros, estaría bien. A esa edad aún no depende de nada ni nadie más que de sus padres. El resto de nuestro circulo social nos decía cosas como “qué valientes sois”, queriendo decir “estáis como cabras”; O …” ¿y eso le irá bien a la niña?”, queriendo decir “vaya padres descerebrados”
Una vez allí, después del subidón de los primeros días cuando todo era novedad muy ilusionante, encontrar apartamento, situarnos en el barrio, mirar qué venden en el super, que es, por cierto, toda una aventura, matricularme en la universidad, y superado el jet-lag, nos vamos asentando en la rutina diaria. Yo tengo clase 3 horas por la mañana. A las 12 he acabado y tengo todo el día para estar con mi peque. Mi marido me cubre esas horas de clase porque, para coincidir con el horario español empieza a trabajar más tarde. Perfecto todo. Y ahí estoy yo, con una niña a punto de cumplir 3 añitos que se le “cae la casa encima”, con una energía desaforada, sin conocer a nadie, ni adulto ni mucho menos niños para poder juntarse y canalizar esa energía. En china los parques por lo general no tienen columpios para niños, o al menos los que teníamos cerca no tenían, había gente bailando y haciendo tai-chi pero para niños nada de nada. Además, el tiempo en Shanghai es bastante malo, ahí pasé frío y calor como nunca, además de que llueve mucho, muchísimo.
Por casualidad encontramos un parque de juegos en un centro comercial (no al aire libre) y sacamos un abono de 3 meses por el equivalente a 60€. Esto nos ayudó a sobrevivir al aburrimiento en los días de lluvia, o en los que el aire se hace irrespirable ya sea por calor o por polución o simplemente cuando no se nos ocurre otra cosa que hacer.
En esos días que se hacen eternos devanándote los sesos buscando entretenimientos, sientes multitud de emociones, pero recuerdo sentir sobre todo culpa. Culpa por haber traído a mi hija aquí, lejos de su entorno conocido, de su rutina, de sus visitas familiares, donde no pudo tener una fiesta de cumpleaños con sus abuelos cantándole el cumpleaños feliz y ayudándola a soplar su velita en forma de tres. a un sitio donde no la entienden cuando habla su lenguaje aún inmaduro. Aparte de nosotros, no tiene en quien mirarse para seguir evolucionando en el habla. Hay niños que sufren bloqueo y directamente dejan de hablar; Culpable porque tenga que respirar un aire contaminado hasta niveles que triplican los de Europa. El cielo no se suele ver azul, siempre hay una especie de niebla blanquecina que no es condensación de vapor de agua, es porquería en suspensión. Tanto es así, que hay días que las autoridades desaconsejan salir a la calle. Hay casos de niños, que son la población más vulnerable, que desarrolla problemas pulmonares por este motivo.
Me siento egoísta, por anteponer mis intereses, o casi mejor dicho un capricho, al bienestar de mi niña; Me siento sola…en una de las ciudades más pobladas del mundo. No es una soledad absoluta, porque yo me relacionaba con gente, claro que sí, llegué a hacer amistades, pero no compartían mi rol de madre. Ellos pueden escucharte, pero no te entienden. Hay cosas que sólo alguien que ha pasado por lo mismo puede entender de verdad. Cuando nos convertimos en mamás expatriadas, somos mamás sin red que no cuentan con ese apoyo familiar o esas amigas compañeras de fatigas. Y el amasijo de sentimientos se va acumulando, macerando en tu cabeza, todo eso te lo cocinas tú sóla.
Ahora nos venden que todo se puede hacer siendo madre, ser buena profesional, ser buena pareja, buena amiga de sus amigos con vida social incluida, cocinar bonito marinado en vermut con cebolla caramelizada y además compartir toda esa fantástica actividad en las redes sociales ¡eso sí que es un cuento chino! … o quizás se pueda hacer, pero desde luego pagando un precio. unas veces más elevado y otras más razonable, eso ya depende lo que cada uno esté dispuesto a sacrificar.
Miro atrás ahora con perspectiva y a pesar de los pesares, no me arrepiento, fue toda una experiencia para todos, para ella, aunque apenas se acuerda de nada (a veces le da por decir que nació en China ☺) pero, como casi todo en la vida no ha sido gratuito. Lo pagué con esos sentimientos feos que me hacían heriditas en el alma cada día que estaba allí y seguramente se tradujeron en alguna que otra cana y alguna que otra arruga debido a la mueca torcida.
Porque es cierto que la maternidad es maravillosa, pero no es solamente maravillosa, tiene otras caras penosas. Desde el embarazo, el parto y la crianza, hasta la conciliación. Es un camino lleno de sacrificios, miedos, inseguridades, frustraciones, tienes que soportar que te juzguen, y sentir el peso de la responsabilidad sobre tus hombros.
Hoy por hoy tenemos la suerte, la inmensa suerte de vivir en la era de la tecnología, y que esta está a nuestro alcance (en China por cierto, hay rincones de internet que no están al alcance de todos debido a la censura). Podemos contactar con alguien que se siente como tú o que ha pasado por lo mismo que tú y te puede ayudar. Eso es pura magia que yo personalmente acabo de descubrir.
A fin de cuentas, esto no es Hollywood, esto es la vida, no queramos ser super héroes, seamos más humanos aceptando nuestras limitaciones y dejémonos ayudar. Ya lo decía el sabio Confucio: 德不孤,必有鄰 (Dé bù gū, bì yǒu lín.) “La virtud no habita en la soledad, debe tener vecinos”