Adios, tetita. Duelo por fin de lactancia.

Usar la palabra «duelo» fuera del contexto de muerte sigue siendo difícil para una mamá que ha perdido a su primer bebé de apenas tres días de vida. El duelo por la muerte de mi hija Olivia sigue siendo algo tan enorme, tan inmenso, que me cuesta “banalizar” la palabra, pero como os decía en el post anterior la vida está llena de duelos.

Todos los que conocéis nuestra historia sabéis todo lo que tuve que luchar por establecer mi lactancia con Violeta, mi segunda hija.  Todo lo que cuesta conseguir se valora mucho más. Por ello ese vínculo maravilloso y sagrado era algo que empoderaba y me enorgullecía y no tenía ninguna prisa en cortarlo.

26 meses de lactancia. A algunas os parecerá mucho, a otras poco. Como siempre, no hay medidas ni patrones. Cada historia de amor es del que la vive y la lactancia madre e hijo es algo sobre lo que sólo ellos pueden manifestarse.

Poner un fin a la lactancia puede ser muy doloroso. Aunque una lo decida por diversos motivos, aunque a veces ya le resultase extenuante o muy demandante, muy invasivo, muy exigente, aunque la niña ya no mostrase el mismo interés y ya no se calmase ni se durmiese al pecho porque la vida misma y su desarrollo le empujara a otros menesteres, lo cierto es que cuando van llegando las últimas tomas, la pena se puede hacer muy grande.

Como en todo, se encuentran personas sin empatía que o bien no entienden tus emociones porque” total, no es para tanto,  dejar de dar el pecho es una liberación” o bien porque “entonces no lo dejes, pobre bebé, aguanta un poco más”.

Afortunadamente también hay madres maravillosas que han pasado por esto y se alegran de que alguien saque el tema, muestre sus lágrimas y se sincere porque así ellas pueden abrir su corazón y calentar un poco el tuyo con su experiencia.

Tuve la suerte de que una de estas mamás me contase su experiencia de destete, para la que pidió ayuda a una profesional  (International Board Certified Lactation Consultant (IBCLC))  con la que elaboró un plan de destete respetuoso personalizado.

Basándome en sus consejos y estudiando pormenorizadamente nuestra lactancia, nuestros horarios, características, modo de relacionarnos, momentos más importantes, etc.  fui desarrollando ese plan. Ya simplemente trazarlo me hacía sentir una traidora a mi bebé.

La culpa, ah, siempre la culpa asociada a la maternidad, siempre la carga de todo el dolor de los hijos la lleva la madre, siempre que algo les pase o algo no vaya bien, la culpa nos persigue.

Sustituir la tetita por cuentos acompañados de leche con pajita, siestas a las que se llega tras paseos en brazos cogiendo hojas y flores, noches en las que papá pasa a ser una figura indispensable es algo que duele. Duele mucho. Se llora mucho y se duda. Se para el plan. No estamos preparadas. No estoy dispuesta a perder esto. Tal vez más adelante…

Y un día todo funciona. Va fluyendo y se va normalizando. Y no por ello resulta menos doloroso. Un mes y tres semanas hasta que paulatinamente aquello que era lo más importante para Violeta, su amada tetita, un día ya no está. Ya no se pide. Ya se duerme tranquila. Las mima y las toca, siguen siendo suyas, “mis bebés” dice a veces, “suavecitas” y sigue apoyando su preciosa carita y enterrando en ellas su diminuta nariz, pero ya no pide.

Y duele.  Pero duele más cuando a veces se acuerda y sí lo pide “tetita”. Parte el alma.

Tetita.

Un duelo. Para las dos imagino, un duelo. El fin de una etapa. Y coincide además con un cambio profundo en su desarrollo y en su comportamiento. Pasa de ser ese bebé redondo y pacífico a ser una Toddler combativa en plenos “terrible two” o “aDOSlescencia”.

No es sólo que se termine la tetita, es que ahora mi bebé es una niña. Una niña fuerte y asertiva, una niña con opiniones  propias, una niña que quiere ser muy independiente y hacerlo todo por sí sola, una niña que experimenta con los límites, que explora el poder de las rabietas y da los primeros quebraderos de cabeza, las primeras dudas, el primer tambalearse de los cimientos de su educación…

¿Lo estaremos haciendo mal? Y como siempre la respuesta puede ser para algunas “Claramente sí”  y para otras quizá “Claramente no”.

Yo no lo sé, porque en esto de la maternidad cada vez lo veo todo menos claro. Creo que las madres vivimos en la niebla, entre jirones perpetuos de niebla adheridos a nuestros uniformes de madre y con mucho amor vamos  a tientas, encontrando trozos de dicha, trozos de miedo, trozos de dudas y certezas, cachitos de nosotras mismas, pedacitos de nuestro corazón, piezas de nuestros hijos tan amados, y poquito a poco, con mucho esfuerzo y dedicación, vamos encajando el puzzle, que con un poco de suerte veremos armado  dentro de unos veinte años.

Adios, tetita.  Lloro más que mi hija y me desubico como ella. Se va una parte de mí…

Hay días que pienso en retomarlo, pero también sé que de todas formas en algún momento tendría que llegar el final y siempre me daría pena.

Después analizo qué hay debajo de toda esta pena tan grande y veo que no lloro sólo por Violeta.Lloro por Olivia y por toda la lactancia que no pudimos tener, lloro porque seguramente esta sea la última lactancia de mi vida, lloro porque se va mi bebé Violeta, porque ya me necesita menos y sé que eso es bueno aunque duela, es bueno porque significa que está viva, sana, que quema etapas porque tiene prisa por vivir y sé que lloro porque Violeta era bebé dos veces, era ella y era un poco el bebé que la muerte me arrebató, era ella y era un poco la segunda oportunidad de la vida para que pudiese abrazar el cuerpo suave, caliente y delicioso de un hijo. Era ella y era también su hermana Olivia. Violeta fue bebé por dos.  Para mí siempre será mi bebé aunque ella diga “I’m not a baby anymore. I’m a girl”. Lo recibí con completo asombro, admiración y punzadita en el corazón.

Sigo analizando qué hay debajo de toda mi pena.

Hay una mamá que ha parido por cesárea a sus dos hijas. Yo no he sido nunca una madre que desease por encima de todo un parto natural y quisiese tener esa experiencia y lo hubiese planeado y visualizado y soñado, etc. No. A mí el parto me daba respeto, incluso miedo y la cesárea me parecía que evitaba algunos riesgos (aunque objetivamente según estadísticas no sea así). Sin embargo, siento, que de alguna manera, lo que no me empoderé en el parto, lo he hecho a través de la lactancia. Siento que es algo de lo que como mujer y madre me siento orgullosa. Ahora acaba. No soy menos madre por ello, pero intuyo que inconscientemente algo hay de eso. Esas comparaciones odiosas que no llevan a ningún lado y en las que muchas madres involuntariamente caemos presas. 26 meses de lactancia parecen quedarse cortos frente a la lactancia prolongada de la que tanto se habla ahora.

La culpa de nuevo, la culpa de pensar que siempre podemos hacer más por nuestros hijos, porque siempre queremos lo mejor.

Pero, ¿qué es realmente lo mejor?

Lo mejor es aquello con lo que mamá y bebé, o como diría Violeta, mamá y niña, estén felices y acepten como parte natural de su evolución y desarrollo común e individual.

Admitiendo la tristeza y la existencia de este duelo estoy dándoles un espacio a todas estas emociones y reflexiones. Espero que además de un ejercicio personal  sirva para otras mamás que se vean reflejadas y arropadas por mis palabras.

Adios, tetita. Welcome, little girl.

 

 

8 comentarios

  1. Muchas gracias por este post, justo esa es mi situación ahora mismo. Hace un mes terminó nuestra lactancia, sin esperarlo, me operaron y la recuperación se complicó un poquito por lo que me era imposible ponerme a mi pequeña al pecho. Después de 20 meses todos me dicen que ya era hora pero yo me siento triste y lo echo de menos. El nacimiento de mi hija no fue, para nada, como había imaginado, cesárea de urgencia, salimos adelante de milagro, las dos a la UCI… tardé tres días en verla y 6 en cogerla; la lactancia nos resarció de ese principio tan inesperado, nos ayudó a recuperar el tiempo separadas, me imagino que por eso este final me resulta doloroso, no estaba preparada y ella tampoco. Mi niña hace lo mismo que Violeta, acaricia mi pecho, le habla y, a veces, ya muy pocas, pide.
    En fin, tuvimos suerte de tener una lactancia bastante larga y ahora toca despedirse, leer tu post me ha ayudado y te lo agradezco de verdad, espero que, con el tiempo, esta tristeza suave vaya pasando.
    Un abrazo.

    1. Hola María, me ha emocionado mucho tu comentario. Siento ese comienzo brusco de vuestra común, esa situación de urgencia que afortunadamente acabó bien. Y de nuevo una operación puso fin a la lactancia, ese dulce de leche que cura tantas separaciones… Qué bonito es sentirme conectada con otras mamás y sentir que al escribir estas palabras puedo ayudar. Gracias a ti por compartirlo. Abracitos

  2. Creo que es la primera vez que comento en un blog. Probablemente tu forma de describir lo que yo misma podría haber escrito es lo que ha hecho que me sienta lo suficientemente agradecida.
    25 meses de lactancia. Deseada. A demanda y muy cuestionada.
    25 meses con sus crisis. Con un inicio durísimo con cánulas y jeringuillas para que no perdiese el reflejo.
    Lo había intentado antes pero me sentía tan culpable… he sido muy consciente de los beneficios de dar el pecho y me he peleado con parte de mi mundo muchas veces. Incluso conmigo misma. Sabia que ser madre exigía compromiso y no me permitía fallar.
    El sábado pasado toqué fondo. En esos 25 meses ni una sola noche tuve apoyo y ya no podía más. La agitación por amamantamiento, el sueño acumulado, el resto de renuncias…
    Pensé que para que papá se hiciese cargo había que prescindir de la lactancia y que hacerlo solo de noche lo haría más difícil.
    Tenía razon, por fin dejó de haber excusa y llevo 5 días descansando. Ahora es su padre quien se levanta. Aunque la verdad,debo admitir que ella duerme más y parece que mejor que en mi pecho.
    Escucho varias veces al día sobre el vicio que tenía mi hija, me rechina la palabra vicio asociada a un bebé y me duele pero cada uno es como es.
    Escucho los «te lo dije», «debiste dejarlo antes» y los » ahora ella estará mejor»
    Que pena cuando me dice ¿es mía mami la tetita? Y le da un beso. Y me dice. Para que se cure…
    En el fondo ha sido muy progresivo y ha sido decidido pero a mi me duele este duelo. Porque lo es. Es una despedida. A algo que no volverá. Y que sigo tentada cual adicto a continuar. Cada día que pasa es uno más, lloro, lo acepto y lo echo en falta. Era tan pequeña… le ha gustado tanto…
    Y a mi aunque hayan habido etapas duras me ha hecho sentir tan bien…
    Y pienso… quiero sacarme la teta,solo una vez más…
    Pero luego me doy cuenta de que ella no lo necesita. Que es por mi. Que ella se acuerda pero es tan plástica y lista que puede con este cambio evolutivo y con mucho más.
    Y no se lo quiero poner más difícil.
    Hoy es el quinto día. No para de crecer. Tengo la misma sensación desde el primero.

    Me digo cada noche… ha pasado otro día… un dia menos con ella. Hay que aprovechar cada minuto de este regalo.

    Gracias por emocionarme

  3. Muchas gracias por este post, me ha emocionado mucho. Estoy en una circunstancia similar y muy perdida. Tengo una niña de 22 meses y estoy literalmente agotada y de muy mal humor todo el dia. Pienso que es porque duermo mal, pero realmente me siento defraudada por todo lo que tengo a mi alrededor.
    Siento que mi marido no me apoya y que solo esta enfadado, porque demando ayuda (tenemos dos niñas de 4 y 2 años) y el trasmite por todo lo importante que es su vida y todo lo que tiene que hacer y porque yo demando que me ayude con ellas.
    Como yo no se hacer nada más que cuidarlas me tengo que joder y cuidarlas, que lo demás no lo se hacer y el si.
    Es horrible que alguien te diga esto, y que si alguna vez intentas hacer algo diga siempre que esta mal. En todo esto hay muchas cosas que me rechinan y que me hacen pensar que no estoy en una relación sana. Muchas veces pienso en el divorcio y otras pienso que no seria la solución, que el problema lo tengo yo.
    tengo que hacer un plan con mi hija pequeña, como mi hija mayor (q siento q no la trato como se merece, le hablo mal muchas veces porque estoy agobiada y cansada) y con mi marido porque no se si esta a la altura. Demasiados frentes, para como me siento de mal, no se como buscar ayuda.

    1. Gracias, compañera, por compartir esta parte de tu historia. El primer paso de cualquier cambio es darse cuenta de lo que funciona como nosotros deseamos y para ello, ponerlo en palabras, como has hecho tú, es fundamental. Verbalizarlo en sí mismo alivia y nos hace tomar perspectiva. Con niños pequeños se viven muchas tensiones en el matrimonio o la pareja, nada es idílico pero cada una sabemos cual es el límite y qué nos compensa perdonar o que nos causa un malestar que no estamos dispuestas a tolerar. Buscar ayuda es muy importante, amigas, hermanas o familiares, profesionales. Tienes derecho a sentirte apoyada, respetada y valorada. Sigue tu instinto por encima de tus miedos. Un abrazo inmenso

    2. Nunca, y digo nunca, jamás, un hombre podrá entender el «trabajo » que supone la crianza. Es la mayor satisfacción, la mayor ilusión, pero igualmente, es un trabajo y un sacrificio inmenso.
      No permitas que un hombre te diga que cuidar a tus niñas es lo único que sabes hacer. Primero porque cuidar a una es difícil, pero dos… Tienes que hacer equilibrios en todo momento, requiere de psicología, esmero, atención constante, falta de descanso, preocupación, alerta…
      No creo que un hombre que habla así a una mujer pudiera hacer eso que TÚ haces para y por tus hijas.
      Recuerda siempre, eres GRANDE por CRIAR, y esa debe ser tu felicidad, pero también es TU TRABAJO.
      Estoy harta de oír gente que a mí me dice que cuando voy a empezar a trabajar de nuevo. Como madres no dejamos de trabajar. Siempre por y para ellos.
      No permitas una falta de respeto más. Por tí y por ellas.
      Mucha, muchísima fuerza.

      1. ES un trabajo inmenso y muy poco reconocido y las madres seguimos llevando el peso principal, al menos mientras son pequeñitos y más si hay lactancia, que es cosa nuestra exclusivamente.
        La pareja tiene que intentar estar a la altura y si no, al menos, comprender y apoyar, nunca menospreciar la gran y mágica labor de una madre. Gracias por la sororidad con la otra lectora. Las mujeres estamos para ayudarnos entre nosotras

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